Había una vez una rosa muy hermosa y bella. Se sentía de maravilla al saber que era la flor más bella del jardín. Sin embargo, se dio cuenta de que la gente la veía de lejos. Un día notó, que a su lado siempre había un sapo grande y oscuro, y que quizas era por eso que nadie se acercaba a verla. Indignada ante lo descubierto, le ordenó al sapo que se fuera de inmediato y éste, muy triste pero obediente dijo:
-Está bien… “si así lo quieres”.
Poco tiempo después, el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas, ni pétalos.
Entonces le dijo: ¡vaya que te ves mal!, ¿Qué te pasó?
La rosa contestó: ¡Es que desde que te fuiste, las hormigas me han comido día a día y nunca pude volver a ser igual!
El sapo sólo le respondió: - Pues claro, nunca te distes cuenta que cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre “eras la más bella del jardín”.
Reflexión:En ocasiones menospreciamos a las personas porque sentimos que no nos sirven para nada, a veces porque creemos ser más o mejores que ellos, (pudiese ser por el físico, el dinero, el trabajo o la fama). Hay que aprender que Dios no hace a nadie, para que esté sobre otro en este mundo. Todos tenemos algo especial que hacer o dar, algo que aprender o enseñar a los demás y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos esté haciendo un bien del que ni siquiera seamos conscientes, o lo peor de eso, nos hagamos de la vista gorda. No olvidemos que: ¡Nadie sabe lo que tiene hasta que o pierde!... Aunque creamos a veces que en este mundo nadie es indispensable, la verdad es que “todos somos necesarios”. A veces tenemos la felicidad a nuestro lado y no la percibimos. Tenemos personas que nos rodean que nos dan su apoyo, presencia, buena suerte, (mucho mejor que un talismán), etc... Pero como no hacen alarde, no se notan. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde y cuando se quiere retroceder suele ser mas difícil de enmendar el error y ya muchas cosas habrán cambiado en nuestras vidas, así que amables lectores, cuidemos a los que están a nuestro lado, valoremoslos y respetemoslos porque aunque parezcan fantasmas y no se vean, ahí están, firmes y ocultos, protegiéndonos sin alardear.